¿UNA CUMBIA CHILENA?


Los Machos de la Cumbia

¿Se puede hablar de una cumbia chilena? Para mí, la pregunta es peligrosa, porque de partida no se sabe muy bien a qué hace referencia inequívoca una etiqueta como esa.

Si se entiende cumbia chilena como aquella propia de Chile en su origen, no avanzaríamos mucho. Muy pocas canciones de lo que llamamos cumbia son chilenas. ¡Muchas menos de las que quisiéramos creer! Y podría asegurar que, si en una conversa le pidieran mencionar diez clásicas cumbias chilenas, menos de la mitad de las que mencione serían de autores chilenos. En general, si uno habla de una cumbia peruana, de una cumbia argentina o de una cumbia mexicana, uno está pensando en líneas generales en cumbias creadas en esos países… Sin embargo, puestas así las cosas, mucha de la cumbia argentina no lo es, ni la peruana ni la mexicana… Incluso, algunos casos que juramos colombianos.

Pero también puede entenderse cumbia chilena, cumbia peruana, cumbia mexicana… como el establecimiento, siempre complejo y en desarrollo, de un estilo de hacer sonar o hacer bailar la cumbia. Para muchos santiaguinos hay algo, por ejemplo, en La Sonora de Tommy Rey que convierte sus cumbias en cumbia chilena, y algo en Chico Trujillo que, al ser posterior en el tiempo al referente inicial, vuelve sus cumbias la nueva cumbia chilena. La cumbia argentina, entonces, sería así; la peruana, asá; la mexicana, más o menos así; la boliviana, más o menos asá. Si ese es el sentido de la pregunta inicial, la respuesta es, entonces, definitivamente no. No existe una cumbia chilena, pero con el siguiente énfasis: no existe una cumbia chilena. Es imposible que exista una sola.

¿Qué hace más chilena la cumbia de Tommy Rey que la de Los Manantiales? ¿La de Chico Trujillo que la del grupo Fantasía? ¿Es porque se difunden desde un centro? ¿Es porque son las que acepta el establishment?

¿Existe una cumbia chilena? No, existen varias… ¿Existen cumbias chilenas? Sí, claro, aunque muchas de las canciones de cumbia, tomadas como fenómeno estrictamente compositivo, no sean chilenas. “La parabólica”, como canción, es una composición colombiana, pero hay algo en ella que llevó a que un grupo chileno la grabara, a que varios la toquen en sus tocatas, a que insistentemente las radios la programen, a que consideremos en particular una de sus versiones como de referencia y que muchos de nosotros la bailemos y la escuchemos insistentemente, lo que la vuelve, de este modo, chilena. En este territorio de culturas y mentes que llamamos Chile, “La parabólica” es una cumbia vigente.

Por eso prefiero hablar de cumbias en Chile, como sinónimo de la expresión cumbias chilenas. Entiendo que así no se piensa solo en cumbias compuestas en este país y que se evita un término que, como en todo orden de cosas, se lo atribuirán quienes tienen poder de voz, acceso a los medios y asumen un rol nacional que, en principio, habría que discutir y evitar.

Las cumbias en Chile son fenómenos diversos, plurales. La palabra Cumbia ya encierra, en sí misma, una pluralidad que en Chile y, en general, en los países del cono sur no consideramos normalmente, y es el hecho de que, en términos rítmicos y dancísticos, lo que nosotros llamamos cumbia encierra lo que en Colombia y Centroamérica serían muchos bailes distintos. Así, lo que en otras partes se distingue claramente como un merengue, un paseo, una cumbia y un cumbión… nosotros tendemos a llamarlo cumbia, porque lo sentimos como una sola cosa, es decir, lo bailamos, lo escuchamos, lo difundimos, lo narramos, lo consumamos como una sola cosa. Pero en los ejes del tiempo y del espacio, ahí están ocurriendo fenómenos distintos. El ingreso de la chicha al norte de Chile en los años ochenta tiene su lógica, su magia, su proceso, tan propio, tan único, como el impulso villero de fines de los noventa o la llegada de Américo al Festival de Viña. Ni siquiera se bailan igual, aunque pareciera haber un modo chileno de abordarla en la pista de baile. Pero, ¿en todos los casos se dan vueltas? ¿Todas permiten hacer trencitos y túneles? ¿En todas partes se arman, de manera natural, filas de parejas de baile a lo largo del espacio? Ni se consumen de la misma manera. ¿Desde cuándo una cumbia no solo fue hecha para bailarla, sino también para escucharla? ¿Cuántos de nosotros va a parrilladas y quintas de recreo a bailar con agrupaciones en vivo? ¿Por qué hay radios que programan cumbias solo los fines de semana, o para Año Nuevo, y otras transmiten cumbias las 24 horas del día?

No soy coreógrafo, ni músico ni musicólogo. Por lo tanto, mis parámetros no son necesariamente esos, aunque trato de estar al tanto al respecto y ser cuidadoso y respetuoso de lo que proponen sobre las cumbias. Pero mi punto de partida son los discursos y los valores socializados desde y hacia las cumbias. Es decir, que se consuman en torno a las cumbias. Me importa la forma, me importa la escucha, me importan las señas asociadas, me importa quiénes la difunden, quiénes la producen, quiénes la consumen. Me importan los parámetros discursivos en un amplio sentido del término; es decir, con lo que socialmente se reconoce como un valor.

Alguien podría pensar que postulo que existen infinitas cumbias, tantas como cumbias particulares. Es un camino, lo reconozco; pero entiendo que hay ciertas regularidades, ciertas tendencias, ciertas maneras reconocidas como valores similares por grupos de productores, difusores y/o consumantes de cumbias. Son juegos de cambios, recurrencias, consolidaciones, emergencias, valoraciones, discriminaciones. Y de eso se trata en gran medida este blog. De tensionar ciertas ideas y así ir describiendo, poco a poco, un panorama de las cumbias en Chile. Sobre eso quiero garabatear en estos borradores.