SOBRE LA DENOMINACIÓN «NUEVA CUMBIA CHILENA»


Quizás porque todos dicen imponer un «estilo propio»… Quizás porque al momento de tomar decisiones estéticas las agrupaciones chilenas de cumbias han mirado más de la cuenta hacia afuera y no hacia una posible identidad común… Quizás porque en realidad no ha existido conciencia de formar un colectivo o un movimiento, aunque la gente lo ha reconocido e impuesto sin mayores problemas… el tema de las etiquetas para agrupar, bajo algún parámetro con relativa estabilidad estética, semiótica e histórica, a las agrupaciones y corrientes de cumbias chilenas ha sido una cuestión constante si tratamos de tomarnos un poco en serio esto de reflexionar sobre ellas.

Por ejemplo, incluso un estilo que parece tan estable a través de los años y de los espacios en que se difunde con mayor frecuencia como es la cumbia ranchera cuenta con un abanico de posibles nominaciones, todas ellas válidas y con cierto asidero: ranchera o norteña o mexicana, aunque la gente que produce, difunde y consume esa cumbia no suele cuestionar, todo lo contrario, la etiqueta ranchera y, lo que es más importante, la quiere y se siente parte de un movimiento mayor (Peñaloza, 2003). El caso de la cumbia sound, a su vez, debe de ser el caso más emblemático e interesante: las bandas involucradas jamás vieron ni han visto con buenos ojos que sean identificados bajo tal etiqueta (ni siquiera los grupos que tenían el término «sound» en su nombre), seguramente por temas de ego y de diferenciación (¡todos buscaban «imponer» su propio estilo, ahí donde el público identificó de inmediato uno homogéneo y unitario), aunque la historia tienda a mostrar que el sound fue un movimiento específico, desde perspectivas estéticas, de consumo, de masificación, etc.  Aun así, no conozco ninguna referencia directa desde los músicos involucrados que admita que lo suyo era sound. Quizás influyó también, en este caso, la estigmatización de la etiqueta y el afán modernizante de la cumbia, porque esos mismos personajes sí prefieren la etiqueta de tecnocumbia, o de movida tropical. Ya habrá tiempo para tratar en profundidad tal fenómeno.

Actualmente estamos frente a otro caso muy interesante de imposición, de establecimiento de una etiqueta para lo que a todas luces se manifiesta como un movimiento con cierta homogeneidad: el de la «nueva cumbia chilena», también llamado «la nueva cumbia rock» y que es lo que yo prefiero denominar «el nuevo mambo santiaguino». Es decir, eso que está pasando básicamente (quizás exclusivamente, pero puede ser ignorancia mía) en Santiago, desde inicios de los años dosmiles, con bandas como Chico Trujillo, Banda Conmoción, Juana Fe, Chorizo Salvaje, Villa Cariño… ¿incluimos Anarkía Tropikal? ¿Incluimosa los djs, que parecen tener un papel fundamental en el movimiento, tales como Diyei Pituto y Dj J-Picón, por nombrar dos? No quisiera acá discutir si son, efectivamente, todos parte de una misma unidad, lo que me interesa por el momento es que ellos son percibidos como un movimiento (quizás con más publicidad mediática que otra cosa) y que ese movimiento ha recibido una etiqueta que se ha ido imponiendo a medida que han ganado un espacio constante de difusión y validación mediática (televisión, prensa tradicional y radios juveniles): nueva cumbia chilena.

Hace dos o tres años estas bandas solían ser las mismas y tocar donde mismo, aunque no todas tocaban lo mismo que están tocando ahora. Sin embargo, por entrevistas que se pueden rastrear, siempre tuvieron la noción de que «algo» estaba ocurriendo en torno al Galpón Víctor Jara, en torno a los universitarios de clase media y en torno a las sensibilidades de izquierda principalmente. Por ese entonces, ese algo rechazaba etiquetarse y el movimiento no era exclusivamente cumbiero: la cueca brava, los corridos punkeados y, sobre todo, el klezmer y el ska formaban parte indudable de lo que estaba ocurriendo; también la salsa, la música de raíz andina y carnavalera, incluso la murga. De ahí que personalmente prefiera hablar de un nuevo mambo santiaguino, porque al menos en el adn de aquello que estaba pasando muchos estilos musicales tenían cabida y el denominador común era la fiesta, el baile, con perspectiva de crítica social. Y, claro está, porque esto ocurría, y ocurre, en Santiago.

Era, entonces, hasta el 2007 con seguridad, quizás hasta el 2008, un movimiento en la práctica sin nombre, aunque intentos habían existido. Si observamos afiches de tocatas y carretes desde el 2005 en adelante, podemos observar que habían intentos quizás no sistemáticos de imponer una denominación común a las fiestas o bailes (término provinciano, disculpen) que se armaban: «jarana (warrior)», «fiesta (cumbiera)», «cumbia chilombiana» (más propia y focalizada en Chico Trujillo) o «cumbia chilenera» (de raíz cuequera, quizás más propia a Juana Fe, que tanto se resistió a hacer y parecer cumbia).

 

Quizás lo de no tener un único nombre era un gesto contestatario más dentro de muchos. Vaya uno a saber. Me atrevo a decir, en todo caso, que fueron los años dorados del movimiento en términos de coherencia entre una estética y una ética, en términos de un ideal romántico. La posterior masificación y, sobre todo, mediatización del movimiento obligó a que la prensa, los medios en general, le pusieran un título a esto que estaba pasando. Motivado por el origen y por la parada escénica de las bandas, el primer nombre que circuló fue el de nueva cumbia rock chilena (al menos en internet uno puede encontrar un registro de junio de 2007), que tiene tres aspectos por destacar: 1) señala que solo en torno a la cumbia hay algo nuevo sonando; 2) señala, quizás con bastante razón, que la coherencia estética-ética del movimiento es subsidiaria de la coherencia estética-ética del rock (el parámetro podría haber sido, por qué no, la cueca brava o el klezmer, también estilos contestarios para la sensibilidad de los medios… ¿qué tal hubiera sido la etiqueta «nueva cumbia brava»? habría sido una etiqueta potente, sin dudas); y 3) sitúa en una dimensión nacional algo que estaba ocurriendo en Santiago… y casi que habría que precisar en el centro de Santiago (entre Batuta y el Cadillac Club, con epicentro indiscutido en el Galpón Víctor Jara). Hay que mencionar, eso sí, que la adjetivación rock de dicha etiqueta es más bien obra del editor de la nota de Terra en que aparece tal denominación y que funcionaba como ganche publicitario, porque en rigor la tocata a la que la nota hace referencia ya se promocionaba, como bien dice el reporte, como «nueva cumbia chilena».

 

 

Llegó la cumbia al Club Miel y a la televisión «cubrió» el movimiento en sus departamentos de prensa como fenómeno social y cultural. ¿Cuál denominación utilizó? Claramente el de «nueva cumbia chilena», sin ese matiz contestario de la palabra «rock» y sin jamás mencionar otras posibilidades como «chilombiana» (¡jamás de los jamases!) o «chilenera» (¿cuál?). TVN, primero, Chilevisión un año después transmitieron en sus noticieros centrales sendas notas («sendas» en todos los sentidos de la palabra…) sobre ese algo que estaba ocurriendo y que ya lograba, definitivamente, estatus de validación y veneración desde la elite mediática.

Insisto, ya habrá tiempo para analizar en detalle las características que le veo y que los medios le ven a este estilo; por el momento lo que me interesa es describir la instalación de una etiqueta mediáticamente muy difundida, aunque no sea la que a mí más me convenza.

Un factor histórico que ha venido a caracterizar de manera particular la aparición de esta cumbia en el establishment mediático es el hecho de que en paralelo otro estilo de cumbia parecía tener el reconocimiento y la venia del público y los avisadores. Eso otro liderado por La Noche, en un principio, y por Américo y Leo Rey ahora último. ¿Qué nombre le ponemos a esto otro? En lo personal tendía a llamarlo post-sound, por motivos simplemente genealógicos, aunque he visto por ahí que le llaman «cumbia romántica», lo que en estricto rigor tendría que ser «nueva cumbia romántica», porque la primera denominación ya se la había atribuido Hechizo para su particular estilo de hacer cumbia sound no-sound. El tema es que, para muchos, la nueva cumbia chilena es justamente la que realizan La Noche, Noche de Brujas y Américo (así mismo, debo confesarlo, tendí a pensarlo yo hace algún tiempo y hasta hoy es una denominación que no me desagrada del todo refiriéndose a estas agrupaciones). Ahora, claro está, no puede ser, finalmente, que los dos estilos, tan distintos entre sí, reciban la misma denominación y pareciera ser que hoy por hoy, inicios del 2011, la etiqueta se movilizó definitivamente desde la nueva cumbia romántica hacia las agrupaciones del nuevo mambo santiaguino. En wikipedia, por ejemplo, todavía hoy podemos leer, en la entrada «cumbia chilena» (entrada que no ha sufrido una edición actualizada hace bastante tiempo) la denominación de nueva cumbia chilena para referirse a eso que hacen Américo y La Noche y, curiosamente, no referencia casi en lo absoluto a Chico Trujillo y sus secuaces, a quienes se les califica de «pachanga antisistema» (oh!).

 

Sin embargo, hace poco surgió, alguien ingresó, la entrada independiente «nueva cumbia chilena», que hace referencia bajo dicha denominación a Chico Trujillo & Cia., y que los describe «con conciencia crítica de la sociedad actual, en oposición a la Cumbia Romántica más comercial y estandarizada desarrollada por La Noche y Américo (nuevo oh!) ampliamente difundida por los medios de masa» (triple oh!).

En fin, parece ser que las cosas comienzan a decantarse más bien en esta dirección y así habrá que considerarlo desde la perspectiva mediática de las cumbias actuales. La denominación que sí me parece intolerable, por siútica y aún más centralista que la de «nueva cumbia chilena» fue la que utilizó el segundo semestre del 2010 la federación de estudiantes de la Universidad de Chile para promocionar una serie de tocatas de cumbia santiaguina en el mes de octubre: «cumbia nacional«. Si «chilena» ya me parece discutible, «nacional» me parece insoportable, por el trasfondo político e ideológico aún más cargado que tiene esa palabra… trasfondo que, supongo, no le agrada ni a los de la Conmoción ni a los de Juana Fe… aunque claro, todo cambia en esta vida.